La solidaridad con África está hoy mal entendida. Se enfoca a tolerar una inmigración descontrolada, sin relación clara con las oportunidades macroeconómicas reales de trabajo en nuestros países, y si, en cambio, con la presión de determinados grupos sociales que aprovechan para denunciar la situación sin proponer soluciones sostenibles. La inmigración descontrolada da origen a focos de miseria. Los cupos estrictos y realistas son más necesarios que nunca, de forma que solo se admita a las personas a las que podamos dar un trabajo digno en condiciones iguales a cualquier otro ciudadano, y que cumplan los requerimientos de adaptabilidad mínimos que vayan a posibilitarlo. De lo contrario podemos estar agravando el problema.
Continuar leyendo en El Economista.